martes, 29 de abril de 2014

Run away

Todos somos cianuro alguna vez. Por eso no quería que se acercasen. Porque cuando llevas tanto veneno dentro de tí, te sale por los poros, contamina todo lo que tienes a tu alrededor. Siempre iba a llevar sobre mi espalda la cruz de que se hiciera inmune a todo a base de tocar mis cicatrices para, al menos, disimularlas. Me conocía lo suficiente para saber que yo no soportaba que se me vieran las heridas. La gente las mira, las juzga y automáticamente te cuelga la etiqueta de débil. A veces no puedes evitar todo eso. Como un volcán en erupción que arrasa con todo lo que pilla a su paso. Cuando más intentas pasar desapercibida y provocar el menor de los daños, vas y estallas. Joder. Y ahora no entienden que por cada paso que dan hacia mí, retroceda 3. Ójala pudiera elegir a quién quemar. Pero no es el caso, lo siento.

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